miércoles, 22 de mayo de 2013

El mundo por estrenar

El otro día se me saltaron las lágrimas sin poder evitarlo. Fue al escuchar un programa de radio mientras iba conduciendo junto a Victoria, que estaba de copiloto en su Maxicosi (yo antes no tenía ni idea a que se refería la gente con este término tan ajeno y ortopédico). Preguntaban qué era la crisis a niños de 3 años. Las definiciones eran bastante divertidas si no fuera porque, en el fondo, resultaban dramáticas: para ellos la crisis es tan conocida como Dora, Caillou o el mismísimo Bob Esponja. Y no pude evitar llorar al pensar que nuestros peques vienen a un mundo nuevo, apasionante y sorprendente, pero que ya desde bien chiquitos les estamos robando algo muy valioso: la esperanza. En ese momento pensé que no es justo, que el incesante bombardeo mediático de términos económicos al que les sometemos puede traer consecuencias. Este lenguaje postmoderno, pseudoeconómico, y capitalista se ha colado en la cotidianidad hasta tal punto que el pan de cada día para nuestros hijos es saberse en un mundo en crisis con escasas oportunidades.


Me ha entrado nostalgia al recordar que yo crecí viendo a la Bruja Avería y que ningún fantasma gris de nombre tan crudo (crisis) disputaba el protagonismo a la Bola de Cristal, Barrio Sésamo o Los Diminutos. No era el nuestro un país rico. Pero nos creíamos Europa y todo su cuento de la lechera. Éramos un país con perspectivas, o así nos sentíamos, una de esas tierras que entonces se consideraban en vías de desarrollo. Estábamos disfrutando de la cuestión pública, que tanto había costado a nuestros padres reivindicar y sacábamos pecho orgullosos de nuestra Seguridad Social. Ahora, después de creernos que hemos paladeado el desarrollo, ponemos los pies en la tierra de un país sin alas y masticamos el día a día con el regusto amargo del desencanto.

Pero no es justo y muy en el fondo tampoco es real. Ellos vienen a un mundo maravilloso, con miles de sorpresas aguardándoles. Y las cosas que siempre han valido la pena, las que no se pueden comprar, siguen siendo las mismas. Más allá de esta construcción macro-económica de la que unos cuantos se lucran; pasando de largo de todas esas cifras arrolladoras sobre desempleo y un largo etcétera; obviando todo ese léxico que impregna día a día los medios de comunicación con primas de riesgo y otros ‘inventos’; por encima de todo eso, digo, siguen esperándonos hermosos amaneceres, sabores sorprendentes, experiencias extraordinarias, sentimientos bellos. Enamorarse, equivocarse, aprender, emprender, descubrir, sentir, soñar, compartir, buscar, encontrar, alcanzar, descubrir… Paisajes, sabores, sensaciones, visiones, experiencias, imágenes, vivencias, sonidos, ritmos, danzas, andanzas. El jazz, el Louvre, la primera vez que ves Casablanca, sorprenderte con una buena serie, descubrir tus pasiones, reírte a carcajadas con un buen libro, llorar con una canción, perderte en una ciudad nueva con buenos amigos, adivinar a una magnífica persona y acertar, conocer a tu amor.

Afortunadamente, hay muchos lugares maravillosos y cantidad de gente honrada por la que hay que seguir peleando, o como diría Sabina, más de 1000 mentiras que valen la pena. Porque todavía no está en venta el sol, porque mirar la luna sigue siendo gratis y porque no colonicen nuestra libertad. Pero sobre todo, es importante continuar luchando y soñando por ell@s, esos locos bajitos a los que cantaba Serrat. Para que puedan seguir disfrutando de un mundo por estrenar.


Foto 1: La Bruja Avería
Foto 2: Playas de Niembru, Asturias

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