viernes, 21 de junio de 2013

Payasos por convicción

El payaso Joan Montanyés, Monti, falleció hace poco más de un mes a los 48 años, dejándonos a todos mudos y perplejos. Era un payaso vocacional con una grandísima trayectoria, pero lo que también lo hacía único era su firme compromiso con la profesión, no únicamente como forma de ganarse la vida sino reivindicando la importancia de ser payaso como actitud y por convicción. Ser payaso como 'irresponsabilidad social'. 

A raíz de un texto que redacté hace poco bajo el título 'El mundo por estrenar', nos enfrascamos mi hermano y yo en el debate de si es conveniente endulzar la infancia con fantasía, si debemos explicar a los niños la crisis y de qué forma, y un largo etcécetera de cuestiones que interconectaban los conceptos de infancia y fantasía con nuestro sistema social actual. Como ocurre en los buenos debates, no alcanzamos ninguna certeza.

Pero pocos días más tarde, mi hermano Pau me hizo llegar este texto fabuloso que quisiera compartir con vosotros. Unas letras que quizá no nos despejen ninguna de estas dudas pero que seguro nos ayudarán a conocer mejor a Monti, y además recogen el espíritu que yo quise transmitir cuando redacté aquel artículo. Vamos allá pués...


Testamento de Joan Montanyès, Monti:

"Tenemos una gran Irresponsabilidad social y debemos hacer honor a nuestro oficio sin beneficio. Meter la pata, que se rían de nosotros, tropezar, estornudar ruidosamente y cantar desafinados, estas son nuestras principales obligaciones. Todos somos Irresponsables de nuestro pequeño círculo. 


Cuando estemos fuera de aquí, en eso que llaman “el mundo real”, tenemos la obligación de demostrar, con nuestro comportamiento, que los payasos podemos cambiar la realidad.



Sonarse los mocos haciendo mucho ruido, (pedo: más vale fuera que dentro…) y cuando tengamos ganas de llorar, hagámoslo, pero a cántaros, mojando todo y a todo el mundo. Con la ralla bien marcada y un clavel rojo en el ojal…, para meterlo en la boca de los que gritan y en el cañón de los que quieren disparar. 


Perded el paso en los desfiles, y recordad: no hay ninguna bandera que valga más que un perro abandonado. Entre desfilar con un fusil al hombro o con una escoba, no lo dudemos, cojamos la escoba que nos será mucho más útil. 



En cualquier situación de emergencia, ya sea porque alguien nos grite, nos empuje para pasar él primero, nos robe el aparcamiento, o nos amenace con pegarnos, ya lo sabéis, sólo basta con sacar la bola roja y colocársela en la punta de la nariz… así… Y si así no lo calmáis, probad a darle un cacahuete, con los monos que son mucho más inteligentes que algunas personas, funciona.


La corbata siempre de colores, los bolsillos llenos de confeti y cuando estemos en casa de alguien demasiada serio, no olvidemos de aserrarle una de las patas de su butaca preferida… y si este alguien demasiado serio se empecina en recitarnos un importante discurso, pidámosle el texto fotocopiado. Ya sabéis que con los papeles se pueden hacer fantásticos aviones voladores, muy útiles en momentos de aburrimiento mortal. 


Los árboles son para subirse a ellos, no para cortarlos, sobre todo no abandonéis esta vida sin haber tirado un pastel de nata a la cara de un amigo, y cada noche, antes de ir a la cama, exigid siempre un cuento, sin importar la edad que tengamos...



La noche es nuestra. Las cometas mecen nuestros sueños y hacen que se conviertan en realidad. Todos tenemos derecho a adormecernos convencidos de que las hadas existen, que los príncipes son valientes y que los payasos tienen el arma más poderosa de la felicidad: la risa.

viernes, 14 de junio de 2013

Cocinas vacías



Han pasado ya dos años desde que se marchó, pero me basta con cerrar los ojos para contemplar su imagen, nítida y real como entonces. Lo recuerdo tan vívidamente en la soledad de las noches que cuando despierto creo que lo encontraré en la cocina tomando su desayuno. Pero cuando llego, veo la mesa vacía en la penumbra de una habitación apagada, en la tímida actitud de otro amanecer que araña la ventana. Tampoco huele a café, ni a tostadas, ni a suelo recién fregado. Únicamente yo y la cocina desnuda.


A lo lejos alguien piensa en mi cocina vacía y yo pienso también en la suya, en la de muchos otros, e imagino también habitaciones felices con olor a café, tostadas, zumo, galletas... Como en los anuncios. Madres que preparan el desayuno a sus hijos mientras la luz acaricia el mármol del banco, y maridos sonrientes recién levantados que interrumpen la escena abrochándose la corbata. Como en los anuncios.

Pero yo no me levanto maquillada y risueña como esa madre del spot, tampoco nadie me espera para darme los buenos días; y yo, yo tampoco espero a nadie a quien sonreír, a quien preparar café. Porque el rostro que habita en mis ojos cerrados me sonríe a mí pero no quiere sonrisas, ni lágrimas, ni café. Sólo me mira y me recuerda lo que él me enseñó antes de irse, cuando yo aún no lo comprendía.

Ahora que ya escucho lo que él me quiso decir es demasiado tarde para contárselo. Por eso, cuando me miro en el espejo y veo su figura encerrada en los ojos del espejo, únicamente le doy las gracias, bajito, para que me escuche él y no su reflejo. Puede que no me oiga, ya lo sé, pero lo importante no es que él me escuche sino que yo sepa que se lo quise decir, que se lo dije.

-Schhhh... Gracias.

Ahora ya no desayuno en casa pero guardo en la memoria amaneceres sin penumbras que invadían rápidamente cocinas compartidas, armarios llenos de ropa y risa, noches de luna sonrojada, televisores vacíos vigilados por sofás llenos...

Hay una caja repleta de recuerdos, es cierto, pero no son recuerdos tristes ni añorados desde la desazón o la nostalgia. Son retazos del pasado mirados con otros ojos, los nuevos, los que él me regaló antes de irse. Los que le agradecí.

Hay un armario abandonado, una cocina que espera, si, y también habitaciones quejumbrosas que lloran de noche porque no son las mismas. Tampoco yo lo soy. Y quizá ellas estén tristes pero ya no logran contagiarme.

Hay una persona nueva acotando los espacios vacíos. Se levanta risueña, hace café y desayuna en mi cocina ahora feliz. Esa persona tiene también unos ojos carceleros que capturan anhelos, pero también esperanza; y se mira en el espejo y ve sus ojos, expectantes; y agradece al pasado un regalo incomprendido.

Porque esa persona soy yo, la nueva, la que se levantó para vivir un anuncio de galletas y sólo halló vientos de soledad golpeando las ventanas; la que supo llenar de sentido el hueco que quedó cuando aquella noche ella regresó, sigilosa, y convirtió aquello cuanto tocaba en cenizas, en pasado.

Ella se lo llevó de aquí pero no lo encontrará en mis ojos.

Imagen: Anuncio de libro de recetas de los años 50 - Del blog: Láminas decoupage

jueves, 6 de junio de 2013

Maternidad: el verdadero puzzle

Hace un tiempo que anoto ideas en un cuaderno para después poder escribir sobre ellas con algo de calma. Ya he juntado una pequeña lista y por ahora son más las ideas pendientes que las que he ido plasmando aquí, en esta libreta virtual. Una de ellas me surgió hace ya muchos meses y la redacté de este modo, tal cual me vino: "la soledad de las madres". Suena un poco duro y a mí nadie me advirtió cuando estaba embarazada (cosa que agradezco), pero puede ocurrir. 

Es contradictorio, porque nunca en tu vida estás tan acompañada como en los primeros meses de tu bebé. Al principio, más que acompañada estás unida de una forma extraordinaria y desconocida al 'nuevo inquilin@', el bebé que has estado ansiando durante meses. A continuación y casi sin darte cuenta (mientras tratas de hacerte cargo de todo lo que supone tu nuevo rol) se te llena la casa de visitas. Pero pasando por alto el tumulto inicial, la realidad empieza a imponerse y todas las piezas deben recolocarse poco a poco en tu vida, con tu familia, que es la misma, pero no se comporta de igual modo. Llega la hora del día a día con las nuevas circunstancias. Quizá no tenías previsto que el cambio era tan trascendental y te das cuenta de que sí lo es. Y debes bucear en tu interior para encontrar la madre que eres y la que quieres ser, removiendo para ello tus propios recuerdos, tu infancia. Es tiempo de soledad compartida, de dudas y decisiones. 

Pero esta gran revolución que es la maternidad te está ocurriendo a ti y ahora, y tal vez no todo tu entorno vaya a empatizar con ello, a veces porque no saben, otras porque no pueden..  Lo que tú estás viviendo de esa forma tan intensa no lo están viviendo ellos, y la realidad ajena no se ha detenido. Algunos amigos no estarán a tu lado, no se adaptarán a tu nueva situación. Y tendrás que hacerte cargo de las decepciones. También ocurrirá que los que siguen a tu lado quizá no compartan tus preocupaciones, o tú sientas que no acaban de comprenderte. Y tu entorno más inmediato, tu familia, deberá readaptarse y encontrar su propio espacio en el nuevo escenario. Como un gran puzzle, pero de mayor dificultad, con secretas conexiones entre sus piezas.

Podría continuar así, compartiendo estos pensamientos, y de hecho lo haré en futuras entradas. Pero he encontrado un texto que condensa todo mi 'sentir' (aquello que estaba buscando expresar y había acotado bajo el lema 'La soledad de las madres'). Lo firma Sara Jor y se publicó en enero de 2011. Espero que disfrutéis tanto como yo de su lectura y que encontréis en él alguna de vuestras vivencias hechas palabras.


--------

¿Esto que me pasa es normal o me estoy volviendo loca?

“Cuando mi bebé nació todas las previsiones que tenía se fueron al traste... nada era como yo pensaba. Yo me sentía extraña, no me reconocía. Las conversaciones con mis amigas, ninguna de ellas madre, no me resultaban de interés. Mi madre y yo discutíamos siempre que venía a casa a vernos, no sé porqué me irritaba tanto su presencia... A veces lloraba sin una razón aparente, por cualquier cosa. Pero lo que realmente me preocupó fue que, cuando mi bebé dormía, ¡no podía evitar ir a ver si respiraba! ¿Esto será normal o es que me estoy volviendo loca?”  Laia, 32 años

A menudo escucho experiencias como esta, y no sólo eso, como madre también he tenido algunas de estas sensaciones. Aunque cada maternidad es una vivencia única, es a la vez, un relato común.

La maternidad es un cambio muy importante en la vida de una mujer que afecta a todos sus ámbitos: laboral, de pareja, social, ocio, familiar... y es totalmente normal pasar por un periodo de transición, nos adaptamos a la nueva situación. Nos rompe los esquemas, y hablo en un sentido totalmente literal. Cuando en el ámbito de la psicología decimos que la maternidad es una crisis vital estamos queriendo decir en otras palabras esto mismo, es un cambio en la vida tan excepcional que exige ajustes personales nuevos, ya que los recursos anteriores no nos sirven en la nueva situación.

Nace una madre, y con esta nueva identidad un abismo de dudas, inseguridades, miedos.... En poco tiempo, hay que buscar nuevas maneras, nuevos roles y funciones para la madre, el padre y todo el sistema familiar. El bebé obliga a recolocar como si de un nuevo puzzle se tratara, pero con las mismas piezas que se han utilizado hasta ahora: un padre, una madre, una abuela, un hermano etc... Las nuevas necesidades fuerzan al cambio en el sistema familiar que debe adaptarse, provocándose en muchas ocasiones disputas y rencillas que aparecen o que estuvieron en “stand by” hasta este momento.

La identidad materna se construye a través de la historia personal, la propia vivencia de la infancia, actitudes y características personales etc... así como por el contexto social que las envuelve. Actualmente, vivimos en una sociedad y una cultura que se mueve de manera muy contradictoria respecto a la crianza de nuestros hijos/as, y el núcleo familiar sufre mucho esta ambigüedad. De alguna manera todas las personas tenemos una definición propia de lo que es una “buena madre” y un “buen padre”, y esto va a funcionar como una guía fundamental ya que representan las directrices del proyecto de familia que queremos llegar a ser.

A todo este movimiento personal y familiar le unimos un elemento, que creo no se le da la importancia que realmente tiene, pero que desde mi punto de vista es principal: el cansancio. Sabemos perfectamente que no estamos hablando de cansancio físico, de haber corrido más que de costumbre esa mañana, o haber tenido mucho trabajo, que se acaba después de dormir algunas horas más de las habituales. Se trata de un cansancio de otro orden que viene de ocuparse de un bebé veinticuatro horas al día los siete días de la semana, del peso de la responsabilidad de un personita que depende totalmente de ti, la novedad de la situación...... Es un cansancio que no desaparece tan fácilmente, ya que es del área más emocional y energética. Todos estos elementos producen que en la maternidad/ paternidad se de en muchas ocasiones una sensación de vulnerabilidad o sensibilidad especial.

jueves, 30 de mayo de 2013

¡Ceda el paso!

Seguro que podéis reconocer este escenario: vas conduciendo en hora punta y desembocas en una rotonda tan colapsada que únicamente puedes pasar si alguien decide cederte el paso, aunque no tengas preferencia. En este supuesto, con la norma en la mano, nadie está obligado a cederte el paso. Es más, seguramente estos conductores justificarán la situación con un argumento de este estilo: “para eso estoy yo, para ir cediendo el paso, con el tráfico que hay y las prisas que tengo para llegar a casa!”. Y, sin duda, estos conductores que no ceden el paso serán la mayoría, y buscarán excusas en la propia coyuntura y en sus circunstancias personales.

Lo mismo sucede en otras esferas más trascendentales de la vida... ¿O acaso no se escuchan justificaciones de actos deplorables, que aluden precisamente a ciertos ‘atenuantes’? "Es que el pobre lo está pasando mal” o “esa chica es que ha recibido muchos palos en la vida, y claro…”. Tanto en el terreno laboral como en el personal, seguro que conocéis episodios en los que determinadas personas han actuado de mala fe, en contra vuestra o de algún compañer@ (si no es así, me alegraré mucho, claro está). Son situaciones injustas, cometidas por particulares o grupos: abuso de poder, traiciones, acoso, mentiras, e incluso, por qué no decirlo, robos. Figurados o reales. Podría ilustrar cada uno de estos conceptos con ejemplos, una gran parte circunscritos al ámbito laboral, pero sería muy aburrido. 


Estos ‘sucesos’ comparten, precisamente, el hecho de que los verdug@s, no las víctimas, encuentran excusas para cometerlos, alguna justificación. La empresaria que no paga a su trabajador se escudará diciendo que atraviesa una coyuntura económica muy mala; el superior que usa su poder en su beneficio, engañando y menoscabando la valía profesional de su subordinado, argumentará que éste es un mal trabajador y que él, por su parte, está expuesto a innumerables condicionantes externos; los compañer@s que dan la espalda a esa amiga, se defenderán haciendo referencia a la presión grupal o al miedo a un hipotético perjuicio personal.... Hasta los bancos esgrimen una lógica justificación cuando llevan a cabo un desahucio. Pero esa coartada, ¿resta crueldad al procedimiento? ¿Minimiza sus consecuencias? ¿Aporta alternativas más humanas a los afectad@s?

No seré yo quien aporte las respuestas.

Pero prosigamos con las coartadas. He identificado otra muy popular y que ahora se usa con frecuencia. Es la alusión a la utilidad. Me explico: estoy observando algo que no es justo, pero no voy a hacer ni decir nada porque ‘seguro que no sirve para cambiar esa situación’. Utilitarismo en estado puro, condición indispensable para tomar decisiones actualmente…

No voy a negar que en determinados momentos tod@s podemos estar tentados de mirar para otra parte, o de no actuar conforme a nuestros principios. Incluso en etapas especialmente duras podemos sucumbir, flaquear y hasta dudar de estos principios, llamados por el deseo de traicionarlos, y con el perfecto respaldo del desánimo. Pero creo que debemos seguir siendo fieles a aquello en lo que creemos y defender nuestros principios pese a las circunstancias, las dudas y los golpes. Saldremos fortalecidos y veremos más claro cuál es el camino a seguir.

Por eso, aprovecharé la anécdota de la rotonda para recordar que hay cosas que son correctas y otras que no lo son, independientemente del momento y las circunstancias. Y de la libertad de cada uno depende si optamos por ser justos y solidarios, o por el contrario hacemos aquello que no nos gustaría que nos hiciesen a nosotros. Todos podemos ceder el paso o apretar el acelerador para que no pase el otro. Es nuestra decisión y nuestra responsabilidad.

Foto: Bosque de Tarayes, del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel (Ciudad Real).

* Como se ha abordado de pasada el tema del acoso laboral, os dejo un par de links para introducirse en el tema:

Breve aproximación

Cómo defenderse 

miércoles, 22 de mayo de 2013

El mundo por estrenar

El otro día se me saltaron las lágrimas sin poder evitarlo. Fue al escuchar un programa de radio mientras iba conduciendo junto a Victoria, que estaba de copiloto en su Maxicosi (yo antes no tenía ni idea a que se refería la gente con este término tan ajeno y ortopédico). Preguntaban qué era la crisis a niños de 3 años. Las definiciones eran bastante divertidas si no fuera porque, en el fondo, resultaban dramáticas: para ellos la crisis es tan conocida como Dora, Caillou o el mismísimo Bob Esponja. Y no pude evitar llorar al pensar que nuestros peques vienen a un mundo nuevo, apasionante y sorprendente, pero que ya desde bien chiquitos les estamos robando algo muy valioso: la esperanza. En ese momento pensé que no es justo, que el incesante bombardeo mediático de términos económicos al que les sometemos puede traer consecuencias. Este lenguaje postmoderno, pseudoeconómico, y capitalista se ha colado en la cotidianidad hasta tal punto que el pan de cada día para nuestros hijos es saberse en un mundo en crisis con escasas oportunidades.


Me ha entrado nostalgia al recordar que yo crecí viendo a la Bruja Avería y que ningún fantasma gris de nombre tan crudo (crisis) disputaba el protagonismo a la Bola de Cristal, Barrio Sésamo o Los Diminutos. No era el nuestro un país rico. Pero nos creíamos Europa y todo su cuento de la lechera. Éramos un país con perspectivas, o así nos sentíamos, una de esas tierras que entonces se consideraban en vías de desarrollo. Estábamos disfrutando de la cuestión pública, que tanto había costado a nuestros padres reivindicar y sacábamos pecho orgullosos de nuestra Seguridad Social. Ahora, después de creernos que hemos paladeado el desarrollo, ponemos los pies en la tierra de un país sin alas y masticamos el día a día con el regusto amargo del desencanto.

Pero no es justo y muy en el fondo tampoco es real. Ellos vienen a un mundo maravilloso, con miles de sorpresas aguardándoles. Y las cosas que siempre han valido la pena, las que no se pueden comprar, siguen siendo las mismas. Más allá de esta construcción macro-económica de la que unos cuantos se lucran; pasando de largo de todas esas cifras arrolladoras sobre desempleo y un largo etcétera; obviando todo ese léxico que impregna día a día los medios de comunicación con primas de riesgo y otros ‘inventos’; por encima de todo eso, digo, siguen esperándonos hermosos amaneceres, sabores sorprendentes, experiencias extraordinarias, sentimientos bellos. Enamorarse, equivocarse, aprender, emprender, descubrir, sentir, soñar, compartir, buscar, encontrar, alcanzar, descubrir… Paisajes, sabores, sensaciones, visiones, experiencias, imágenes, vivencias, sonidos, ritmos, danzas, andanzas. El jazz, el Louvre, la primera vez que ves Casablanca, sorprenderte con una buena serie, descubrir tus pasiones, reírte a carcajadas con un buen libro, llorar con una canción, perderte en una ciudad nueva con buenos amigos, adivinar a una magnífica persona y acertar, conocer a tu amor.

Afortunadamente, hay muchos lugares maravillosos y cantidad de gente honrada por la que hay que seguir peleando, o como diría Sabina, más de 1000 mentiras que valen la pena. Porque todavía no está en venta el sol, porque mirar la luna sigue siendo gratis y porque no colonicen nuestra libertad. Pero sobre todo, es importante continuar luchando y soñando por ell@s, esos locos bajitos a los que cantaba Serrat. Para que puedan seguir disfrutando de un mundo por estrenar.


Foto 1: La Bruja Avería
Foto 2: Playas de Niembru, Asturias

lunes, 20 de mayo de 2013

Un pequeño balance y alguna anécdota

Desde que nació Victoria el tiempo ha pasado tan intensamente que no he tenido tiempo de escribir apenas. Ahora, no sabría ni por dónde empezar... Y es que el día a día con un bebé en casa es frenético y apasionante. Los cambios y logros de Victoria son constantes y debo estar con ella en cada pequeña gran conquista. Victoria acaba de cumplir diez meses y a lo largo de este camino ha habido grandes sonrisas, bailes, palmitas, canciones, caricias, manotazos, abrazos, petorretas... Momentos emocionantísimos como su primera carcajada, el día que se arrancó a gatear, o la tarde en que sorprendentemente pudo encadenar cuatro pasos seguidos. Ocurrió hace algo más de 15 días y fue todo un clásico (seguro que a la mayoría les ocurre así o muy parecido): fue de mis brazos hasta los de su papá, que estaba situado a escasos palmos de mí.

Ahora han vuelto a pasar un par de semanas hasta que he retomado el post, y ya se cruza la casa echando la pancheta para delante como si buscase el punto de equilibrio ahí para contrarrestar el peso del pañal. Ya no hay rincón de la casa que se le resista, ni peligro que no quiera practicar. Además, por si el paso de cuatro a dos patas no fuera suficiente conquista, este avance ha venido acompañado de otro bastante útil: señalamos para pedir las cosas que queremos y sabemos decir que no con contundencia. Estoy que ni me lo creo porque estos son grandísimos pasos hacia la autonomía. De hecho, ya juega sola con sus juguetes, y yo que me quejaba de que tenía poco tiempo para otras cosas, va y me quedo embobada mirándola!! Todo esto esta siendo muy práctico a la hora de dormir... No hay trucos, jaja. Está tan cansada que duerme mucho más tiempo del tirón, la mayor parte de las veces toda la noche seguida.

El otro día en la piscina, la monitora me comentaba que veía muy bien a la niña, muy espabilada, y que no estaba enmadrada en exceso (angustia de la separación, rechazo a extraños...). A continuación, me dijo algo que me ha dado que pensar: "será que lo estás haciendo bien". Es increíble, pero como mamá nadie suele decirte estas cosas, más bien todo lo contrario. Pasas de ser una 'mujer normal' a una especie de depositaria de todo tipo de consejos sobre cuidados del bebé, temperaturas corporales y un larguísimo etcétera normalmente encaminado a alguno de estos supuestos: no estás haciendo lo correcto, no está mal pero yo por experiencia te digo que ".....", o va todo bien pero te prevengo porque.... Y aquí es donde te dicen los riesgos que te esperan, porque parece que el hecho de que las cosas puedan continuar marchando bien no se contempla, ni mucho menos que tu puedas como 'mujer mamá' (sujeto lleno de obligaciones y sometida a juicios externos de todo tipo y que goza de mucha menos comprensión que la 'mujer normal') seguir viviendo 'despreocupadamente' sin pensar en la multitud de riesgos, enfermedades y peligros que te aguardan.

Un ejemplo de esto (por si he dado demasiados rodeos). - ¿Y ya anda la nena con 10 meses? Pues a partir de ahora ten mucho cuidado porque si se cae cogerá miedo y retrocederá. Ahí va otro comentario ante la misma pregunta: - Supongo que habrá gateado porque andar tan pronto puede perjudicar su espalda.

Nada más nacer Victoria, si hubiese seguido los consejos de vecinos y 'espontáneos' anónimos, me hubiera vuelto loca y la nena habría pillado un resfriado de miedo. En el mismo parque durante un par de horas le hubiera tenido que poner y quitar la rebequita fina más o menos cuatro veces de promedio. 

domingo, 5 de mayo de 2013

El pacto

La otra noche llegaste de nuevo.

Como siempre, súbitamente, casi sin avisar. Hay veces que entras así y yo no me enteró, ni siquiera después de tantas visitas. Has posado tus alas negras sobre la ventana, sin pedir permiso. ¿Quién te has creído que eres? No eres más que una sombra pasajera que intentará revolverlo todo, como una fuerte racha de viento que lo tira todo a su paso y lo intenta cambiar de sitio.

Pero lo siento, siento decirte que cada vez se te ve más pequeña, negra sombra de ceniza y humo, de tristeza y miedo. Quisiste arrasar la hierba, y casi lo conseguías. Arremetiste contra todo impetuosamente porque tú también eras joven. Y tu efecto era desolador, sin duda. Pero de cada golpe el árbol iba creciendo. Sus raíces, cada vez más firmes y profundas. Es cierto, ya lo sé: movías todas las ramas. Pero ellas, poco a poco van aprendiendo a volver al sitio.

Y ahora 20 años después y te ves tan desmejorada... Las raíces de ese árbol se han cubierto de roca. Confiemos que el viento no dejé ninguna huella. Seguro, estoy convencida. Te quedarás posado sólo unos días pájaro oscuro. Nos retaremos, y este será nuestro pacto: al tercer día te irás a confundirte con el polvo de la luna. Y me devolverás mis gafas buenas, las de los días de sol.