domingo, 5 de mayo de 2013

El pacto

La otra noche llegaste de nuevo.

Como siempre, súbitamente, casi sin avisar. Hay veces que entras así y yo no me enteró, ni siquiera después de tantas visitas. Has posado tus alas negras sobre la ventana, sin pedir permiso. ¿Quién te has creído que eres? No eres más que una sombra pasajera que intentará revolverlo todo, como una fuerte racha de viento que lo tira todo a su paso y lo intenta cambiar de sitio.

Pero lo siento, siento decirte que cada vez se te ve más pequeña, negra sombra de ceniza y humo, de tristeza y miedo. Quisiste arrasar la hierba, y casi lo conseguías. Arremetiste contra todo impetuosamente porque tú también eras joven. Y tu efecto era desolador, sin duda. Pero de cada golpe el árbol iba creciendo. Sus raíces, cada vez más firmes y profundas. Es cierto, ya lo sé: movías todas las ramas. Pero ellas, poco a poco van aprendiendo a volver al sitio.

Y ahora 20 años después y te ves tan desmejorada... Las raíces de ese árbol se han cubierto de roca. Confiemos que el viento no dejé ninguna huella. Seguro, estoy convencida. Te quedarás posado sólo unos días pájaro oscuro. Nos retaremos, y este será nuestro pacto: al tercer día te irás a confundirte con el polvo de la luna. Y me devolverás mis gafas buenas, las de los días de sol.

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